A veces
hacíamos cuentas. Nunca alcanzaba. Acaso mirábamos demasiado los números, las
sumas, las restas, y no teníamos tiempo de mirarnos nosotros.
“La Tregua” Mario Benedetti
Francamente,
no sé si creo en Dios. A veces imagino que, en el caso de que Dios exista, no
habría de disgustarle esta duda. En realidad, los elementos que él (¿o Él?)
mismo nos ha dado (raciocinio, sensibilidad, intuición) no son en absoluto
suficientes como para garantizarnos ni su existencia, ni su no existencia.
Gracias a una corazonada, puedo creer en Dios y acertar, o no creer en Dios y
también acertar. ¿Entonces? Acaso Dios tenga un rostro de croupier y yo sólo
sea un pobre diablo que juega a rojo cuando sale negro, y viceversa.
“La Tregua” Mario Benedetti
Me sentía con
impulso para empezar y llevar a cabo algo grande, para ser útil a muchos, para
enderezar las cosas. No puede decirse que fuera la mía una actitud cretinamente
egocéntrica. Aunque me hubiera gustado recibir la aceptación y hasta el aplauso
ajeno, creo que mi primer objetivo no era usar de los otros, sino serles de
utilidad.
“La Tregua” Mario Benedetti
Yo mismo he
fabricado mi rutina, pero por la vía más simple: la acumulación. La seguridad
de saberme capaz para algo mejor, me puso en las manos la postergación, que al
fin de cuentas es un arma terrible y suicida.
“La Tregua” Mario Benedetti
Entonces dije:
¿Sabe que usted es culpable de una de las crisis más importantes de mi vida?
Preguntó: ¿Económicas?, y todavía reía. Contesté: No, sentimental y se puso
seria.
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Porque la vida
es muchas cosas (trabajo, dinero, suerte, amistad, salud, complicaciones), pero
nadie va a negarme que cuando pensamos en esa palabra Vida, cuando decimos, por
ejemplo, que nos aferramos a la vida, la estamos asimilando a otra palabra más
concreta, más atractiva, más seguramente importante: la estamos asimilando al
Placer. Pienso en el placer (cualquier forma de placer) y estoy seguro de que
eso es vida.
“La Tregua” Mario Benedetti
Porque la
experiencia es buena cuando viene de la mano del vigor; después, cuando el
vigor se va, uno pasa a ser una decorosa pieza de museo, cuyo único valor es
ser un recuerdo de lo que se fue.
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La teoría de
ella, la gran teoría de su vida, la que la mantiene en vigor es que la
felicidad, la verdadera felicidad, es un estado mucho menos angélico y hasta
bastante menos agradable de lo que uno tiende siempre a soñar. Ella dice que la
gente acaba por lo general sintiéndose desgraciada, nada más que por haber
creído que la felicidad era una permanente sensación de indefinible bienestar,
de gozoso éxtasis, de festival perpetuo. No, dice ella, la felicidad es
bastante menos (o quizá bastante más, pero de todos modos otra cosa) y es
seguro que muchos de esos presuntos desgraciados son en realidad felices, pero
no se dan cuenta, no lo admiten, porque ellos creen que están muy lejos del
máximo bienestar.
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En las
oficinas no hay amigos; hay tipos que se ven todos los días, que rabian juntos
o separados, que hacen chistes y se los festejan, que se intercambian sus
quejas y se transmiten sus rencores, que murmuran del Directorio en general y
adulan a cada director en particular. Esto se llama convivencia, pero sólo por
espejismo la convivencia puede llegar a parecerse a la amistad.
“La Tregua” Mario Benedetti
Y qué alivio
reírse, incluso cuando hay que aguantar la risa porque allá en el fondo ha
asomado el gerente su cara de sandía, qué desquite contra la rutina, contra el
papeleo, contra esa condena que significa estar ocho horas enredado en algo que
no importa, en algo que hace hinchar las cuentas bancarias de esos inútiles que
pecan por el mero hecho de vivir, de dejarse vivir, de esos inanes que creen en
Dios sólo porque ignoran que hace mucho tiempo que Dios ha dejado de creer en
ellos.
“La Tregua” Mario Benedetti
Las buenas
señoras dicen, con su habitual sentido de la economía psicológica, que no van
al cine a ver películas tristes porque bastante amarga es la vida. Y tienen
algo de razón: bastante amarga es la vida como para que, además, nos pongamos
plañideros o mimosos o histéricos, sólo porque algo se puso en nuestro camino y
no nos deja proseguir nuestra excursión hacia la dicha, que a veces está al
lado del desatino.
“La Tregua” Mario Benedetti
“No te quiero
por tu cara, ni por tus años, ni por tus palabras, ni por tus intenciones. Te
quiero porque estás hecho de buena madera”. Nadie me había dedicado jamás un
juicio tan conmovedor, tan sencillo, tan vivificante. Quiero creer que es
cierto, quiero creer que estoy hecho de buena madera. Quizá ese momento haya
sido excepcional, pero de todos modos me sentí vivir. Esa opresión en el pecho
significa vivir.
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Una vez, hace
muchos años, le oí decir al más viejo de ellos: El gran error de algunos
hombres de comercio es tratar a sus empleados como si fueran seres humanos.
Nunca me olvidé ni me olvidaré de esa frasecita, sencillamente porque no la
puedo perdonar. No sólo en mi nombre, sino en nombre de todo el género humano.
Ahora siento la fuerte tentación de dar vuelta la frase y pensar: El gran error
de algunos empleados es tratar a sus patrones como si fueran personas. Pero me
resisto a esa tentación. Son personas. No lo parecen, pero son. Y personas
dignas de una odiosa piedad, de la más infamante de las piedades, porque la
verdad es que se forman una cáscara de orgullo, un repugnante empaque, una
sólida hipocresía, pero en el fondo son huecos. Asquerosos y huecos. Y padecen
la más horrible variante de la soledad: la soledad del que ni siquiera se tiene
a sí mismo.
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Cuando uno
permanece mucho tiempo solo, cuando pasan años y años sin que el diálogo
vivificante y buceador lo estimule a llevar esa modesta civilización del alma
que se llama lucidez hasta las zonas más intrincadas del instinto, hasta esas
tierras realmente vírgenes, inexploradas, de los deseos, de los sentimientos,
de las repulsiones, cuando esa soledad se convierte en rutina, uno va perdiendo
inexorablemente la capacidad de sentirse sacudido, de sentirse vivir.
“La Tregua” Mario Benedetti
Yo necesito un
Dios con quien dialogar, un Dios en quien pueda buscar amparo, un Dios que me
responda cuando lo interrogo, cuando lo ametrallo con mis dudas. Si Dios es la
Totalidad, la Gran Coherencia, si Dios es sólo la energía que mantiene vivo el
Universo, si es algo tan inconmensurablemente infinito, ¿qué puede importarle
de mí, un átomo malamente encaramado a un insignificante piojo de su Reino? No
me importa ser un átomo del último piojo de su Reino, pero me importa que Dios
esté a mi alcance, me importa asirlo, no con mis manos, claro, ni siquiera con
mi razonamiento. Me importa asirlo con mi corazón.
“La Tregua” Mario Benedetti
“La Tregua” Mario Benedetti
Hay gente que
entiende lo que está pasando, que cree que es absurdo lo que está pasando, pero
se limitan a lamentarlo. Falta pasión, ése es el secreto de este gran globo
democrático en que nos hemos convertido. Durante varios lustros hemos sido
serenos, objetivos, pero la objetividad es inofensiva, no sirve para cambiar el
mundo, ni siquiera para cambiar un país de bolsillo como éste. Hace falta
pasión, y pasión gritada, o pensada a los gritos, o escrita a los gritos. Hay
que gritarle en el oído a la gente, ya que su aparente sordera es una especie
de autodefensa, de cobarde y malsana autodefensa. Hay que lograr que se despierte
en los demás la vergüenza de sí mismos, que se sustituya en ellos la
autodefensa por el autoasco. El día en que el uruguayo sienta asco de su propia
pasividad, ese día se convertirá en algo útil.
“La Tregua” Mario Benedetti
Siente que su
corazón es una cosa enorme que empieza en el estómago y acaba en la garganta.
Se siente desgraciado, y feliz de sentirse desgraciado. Yo sé qué horrible es
eso. Hablaba como si se hubiera reencontrado con un antiguo confidente, pero
también hablaba con algo más que su dolor actual.
“La
Tregua” Mario Benedetti
Es evidente
que Dios me concedió un destino oscuro. Ni siquiera cruel. Simplemente oscuro.
Es evidente que me concedió una tregua. Al principio, me resistí a creer que
eso pudiera ser la felicidad. Me resistí con todas mis fuerzas, después me di por
vencido y lo creí. Pero no era la felicidad, era sólo una tregua. Ahora estoy
otra vez metido en mi destino. Y es más oscuro que antes, mucho más.
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