Quien siembra
deseo, recoge opresión
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Aparentemente,
de vez en cuando los adultos se toman el tiempo de sentarse a contemplar el desastre
de sus vidas. Entonces se lamentan sin comprender y, como moscas que chocan una
y otra vez contra el mismo cristal, se inquietan, sufren, se consumen, se
afligen y se interrogan sobre el engranaje que los ha conducido allí donde no
querían ir.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Nadie parece
haber caído en la cuenta de que si la existencia es absurda, lograr en ella un
éxito brillante no tiene más valor que fracasar por completo. Simplemente es
más cómodo. O ni siquiera: creo que la lucidez hace amargo el éxito, mientras
que la mediocridad alberga siempre alguna esperanza.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
En el fondo,
estamos programados para creer en lo que no existe, porque somos seres vivos
que no quieren sufrir. Por ello empleamos todas nuestras energías en
convencernos de que hay cosas que valen la pena y que por ellas la vida tiene
sentido.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
¿Qué es una
aristócrata? Una mujer a la que la vulgaridad no alcanza pese a acecharla por
todas partes.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
La política.
Un juguete de niñatos ricos, y no se lo prestan a nadie.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Yo no quiero
por mujer a una de esas ingenuas que en el fondo no son sino unas
desvergonzadas y, detrás de su cara bonita, no tienen más cerebro que un
mosquito. Quiero una mujer fiel, una buena esposa, una buena madre y una buena
ama de casa. Quiero una compañera apacible y segura que permanecerá a mi lado
para apoyarme. A cambio, de mí puedes esperar que sea serio en el trabajo,
tranquilo en el hogar y tierno cuando convenga serlo. No soy un mal hombre y lo
haré lo mejor que pueda.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
El único
interés que presentan los gatos es el de ser objetos decorativos con capacidad
de movimiento.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
“Los que saben
hacer las cosas, las hacen; los que no saben, enseñan a hacerlas; los que no
saben enseñar, enseñan a los que enseñan, y los que no saben enseñar a los que
enseñan, se meten en política”. Lo que esta frase quiere decir no es que los
incompetentes tengan un lugar bajo el sol, sino que no hay nada más difícil e
injusto que la realidad humana: los hombres viven en un mundo donde lo que
tiene poder son las palabras y no los actos, donde la competencia esencial es
el dominio del lenguaje. Eso es terrible porque, en el fondo, somos primates
programados para comer, dormir, reproducirnos, conquistar y asegurar nuestro
territorio, y aquellos más hábiles para todas esas tareas, aquellos entre nosotros
que son más animales, ésos siempre se dejan engañar por los otros, los que
tienen labia pero serían incapaces de defender su huerto, de traer un conejo
para la cena y de procrear como es debido. Es un terrible agravio a nuestra
naturaleza animal, una suerte de perversión.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Toda la
fenomenología se asienta sobre esta certeza: nuestra conciencia reflexiva,
marca de nuestra conciencia ontológica, es la única entidad en nosotros que
vale la pena estudiarse pues nos salva del determinismo biológico
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Cuando la
enfermedad entra en un hogar, no se apodera sólo de un cuerpo, sino que teje
entre los corazones una tela oscura que entierra toda esperanza. Como el hilo
de una telaraña que se enredara alrededor de nuestros proyectos y de nuestro
aliento, la enfermedad, día tras día, devoraba nuestra vida.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Cuánto mejor
sería si compartiéramos unos con otros nuestra inseguridad, si todos juntos nos
adentráramos en nosotros mismos para decirnos que las judías verdes y la
vitamina C, si bien alimentan al animal que somos, no salvan la vida ni
sustentan el alma.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
A ella no se
le habría ocurrido espontáneamente que alguien pudiera tener necesidad de
silencio. Que el silencio sirva para ir al interior de uno mismo, que sea
necesario para aquellos a los que no nos interesa únicamente la vida exterior,
no creo que pueda comprenderlo porque su propio interior es tan caótico y
ruidoso como una calle llena de coches.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Hace tiempo
que me he dado cuenta de que los psicólogos son grandes humoristas que se creen
que la metáfora es cosa de gente muy sabia. En realidad, está al alcance de
cualquier mocoso de 11 años.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
El ritual del
té, esta repetición precisa de los mismos gestos y de la misma degustación,
este acceso a sensaciones sencillas, auténticas y refinadas, esta licencia
otorgada a cada uno, sin mucho esfuerzo, para convertirse en un aristócrata del
gusto, porque el té es la bebida de los ricos como lo es de los pobres, el
ritual del té, pues, tiene la extraordinaria virtud de introducir en el absurdo
de nuestras vidas una brecha de armonía serena.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Cuando digo
malvado, no me refiero a que sea malo, cruel o despótico, aunque también un
poco. No, cuando digo que es «un malvado de verdad», quiero decir que es un
hombre que ha renegado tanto de lo que puede haber de bueno en él que parece un
cadáver aunque aún esté vivo. Porque los malvados de verdad odian a todo el
mundo, desde luego, pero sobre todo se odian a sí mismos. ¿No os dais cuenta,
vosotros, cuando alguien se odia a sí mismo? Ello lleva a estar muerto sin
dejar de estar vivo, a anestesiar los malos sentimientos pero también los
buenos para no sentir la náusea de ser uno mismo.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Esos días uno
necesita desesperadamente el Arte. Aspira con ardor a recuperar su ilusión espiritual,
desea con pasión que algo lo salve de los destinos biológicos para que no se
excluya de este mundo toda poesía y toda grandeza.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
La camelia
sobre el musgo del templo, el violeta de los montes de Kyoto, una taza de
porcelana azul, esta eclosión de la belleza en el corazón mismo de las pasiones
efímeras, ¿no es acaso a lo que todos aspiramos? ¿Y lo que nosotros,
civilizaciones occidentales, no sabemos alcanzar? La contemplación de la
eternidad en el movimiento mismo de la vida.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Me hicieron,
por la guerra y por la paz, tantos reproches... Pero todo llegó a su tiempo...
Todo llega cuando tiene que llegar para quien sabe esperar…
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
La
Civilización es la violencia domeñada, la victoria siempre inconclusa sobre la
agresividad del primate. Pues primates fuimos y primates somos, por mucha
camelia sobre musgo de la que aprendamos a gozar. He ahí la función de la
educación. ¿Qué es educar? Proponer sin tregua camelias sobre musgo como
derivativos de la pulsión de la especie, porque ésta no cesa jamás y amenaza
sin tregua el frágil equilibrio de la supervivencia.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
La facultad
que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más
mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Vivir, morir:
no son más que consecuencias de lo que se ha construido. Lo importante es
construir bien. Por ello, me he impuesto una nueva obligación: voy a dejar de
deshacer, de derribar, y me voy a poner a construir. Hasta de Colombe haré algo
positivo. Lo que cuenta es lo que uno hace en el momento de morir y quiero
morir construyendo.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Si olvidas el
futuro pierdes el presente, sabe construir el presente, y cuando no se sabe
construir el presente, uno se dice a sí mismo que podrá hacerlo mañana y
entonces ya está perdido porque el mañana siempre termina por convertirse en
hoy, ¿lo entendéis? De modo que sobre todo no hay que olvidarlo. Hay que vivir
con la certeza de que envejeceremos y que no será algo bonito, ni bueno, ni
alegre. Y decirse que lo que importa es el ahora: construir, ahora, algo, a
toda costa, con todas nuestras fuerzas. Tener siempre en mente la residencia de
ancianos para superarse cada día, para hacer que cada día sea imperecedero.
Escalar paso a paso cada uno su propio Everest y hacerlo de manera que cada
paso sea una pizca de eternidad. Para eso sirve el futuro: para construir el
presente con verdaderos proyectos de seres vivos.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
La señora
Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una
verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento
sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes,
tremendamente solitarios y terriblemente elegantes.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Nunca vemos
más allá de nuestras certezas y, lo que es más grave todavía, hemos renunciado
a conocer a la gente, nos limitamos a conocernos a nosotros mismos sin
reconocernos en esos espejos permanentes. Si nos diéramos cuenta, si tomáramos
conciencia del hecho de que no hacemos sino mirarnos a nosotros mismos en el
otro, que estamos solos en el desierto, enloqueceríamos. Cuando mi madre le
ofrece tejas de la pastelería Ladurée a la señora de Broglie, se cuenta a sí
misma la historia de su vida y se limita a mordisquear su propio sabor; cuando
papá se bebe su café y se lee su periódico, se contempla en un espejo al estilo
del método Coué; cuando Colombe habla de las conferencias de Marian, despotrica
sobre su propio reflejo; y cuando la gente pasa delante de la portera, no ve
más que vacío porque se trata de otra persona, no de ellos mismos. Yo suplico
al destino que me dé la oportunidad de ver más allá de mí misma y de conocer a
la gente.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
El Arte es la
vida, pero con otro ritmo.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Pues bien,
habiendo leído a Jakobson, se antoja evidente que la gramática es un fin y no
sólo un objetivo: es un acceso a la estructura y a la belleza de la lengua, y
no sólo un chisme que sirve para manejarse en sociedad.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Les
sorprendería saber de lo que habla la gente humilde. Prefiere las historias a
las teorías, las anécdotas a los conceptos, las imágenes a las ideas. Lo cual
no es óbice para filosofar. Así, ¿somos acaso civilizaciones tan carcomidas por
el vacío que sólo vivimos en la angustia de la carencia? ¿Sólo disfrutamos de
nuestros bienes o de nuestros sentidos cuando estamos seguros de que
disfrutaremos más aún? Quizá los japoneses sepan que sólo se saborea un placer
porque se sabe que es efímero y único y, más allá de ese saber, son capaces de
construir con ello sus vidas.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
En japonés, el
término wabi significa «una forma desdibujada de lo bello, una clase de
refinamiento disfrazado de rusticidad».
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
A mí me parece
que si toma antidepresivos no es para aliviar sus angustias, sino para soportar
el psicoanálisis.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Voy a decir
una banalidad, pero la inteligencia, en sí, no tiene ningún valor ni ningún interés.
Personas inteligentísimas consagraron su vida a la cuestión del sexo de los
ángeles, por ejemplo. Pero muchos hombres inteligentes tienen una especie de
virus: consideran la inteligencia como un fin. Sólo tienen una idea en la
cabeza: ser inteligentes, lo cual es muy estúpido. Y cuando la inteligencia se
toma por un objetivo, funciona de manera extraña: la prueba de que existe no
reside en el ingenio y la sencillez de sus frutos, sino en la oscuridad de su
expresión. De lo que se deduce: más vale ser un monje pensante que un pensador
posmoderno.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Siempre está
la vía de la facilidad, aunque me repugne seguirla. No tengo hijos, no veo la
televisión y no creo en Dios, todas estas sendas que recorren los hombres para
que la vida les sea más fácil. Los hijos ayudan a diferir la dolorosa tarea de
hacerse frente a uno mismo, y los nietos toman después el relevo. La televisión
distrae de la extenuante necesidad de construir proyectos a partir de la nada
de nuestras existencias frívolas; al embaucar a los ojos, libera al espíritu de
la gran obra del sentido. Dios, por último, aplaca nuestros temores de
mamíferos y la perspectiva intolerable de que nuestros placeres un buen día se
terminan. Por ello, sin porvenir ni descendencia, sin píxeles para embrutecer
la cósmica conciencia del absurdo, en la certeza del final y la anticipación
del vacío, creo poder decir que no he elegido la vía de la facilidad.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
El tema de
conversación favorito de Marguerite y mío es el amor. ¿Qué es? ¿Cómo amaremos
nosotras? ¿A quién? ¿Cuándo? ¿Por qué? Hay divergencia de opiniones.
Curiosamente, Marguerite tiene una visión intelectual del amor, mientras que yo
soy una romántica empedernida. Ella ve en el amor el fruto de una elección
racional (en plan www.nuestrosgustos.com), mientras que para mí nace de una
pulsión deliciosa. En cambio estamos de acuerdo en una cosa: amar no debe ser
un medio, sino un fin.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
¿Cómo surge el
Arte? Nace de la capacidad que tiene la mente de esculpir el ámbito sensorial.
¿Qué hace el Arte por nosotros? Da forma y hace visibles nuestras emociones y,
al hacerlo, les atribuye este sello de eternidad que llevan todas las obras
que, a través de una forma particular, saben encarnar el universo de los
afectos humanos.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
¡La codicia
humana! No podemos dejar de desear, y ello nos magnifica y nos mata. ¡El deseo!
Nos empuja y nos crucifica, llevándonos cada día al campo de batalla donde, la
víspera, fuimos derrotados, pero que, al alba, de nuevo se nos antoja terreno
de conquistas; nos hace construir, aunque hayamos de morir mañana.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Pronto
aspiramos a un placer sin búsqueda, soñamos con un estado feliz que no tendría
comienzo ni final y en el que la belleza ya no sería fin ni proyecto, sino que
devendría la evidencia misma de nuestra naturaleza. Pues bien, ese estado es el
Arte. Pues el Arte es la emoción sin el deseo.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Como todo el
mundo sabe, la diplomacia fracasa siempre cuando las fuerzas que se enfrentan
están equilibradas. Nunca se ha visto a uno más fuerte aceptar las propuestas
diplomáticas del más débil.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Qué arrogancia
esta de los hombres que piensan que pueden forzar la naturaleza, escapar a su
destino de insignificancias biológicas... Y qué ceguera tienen también con
respecto a la crueldad o la violencia de sus propias maneras de vivir, de amar,
de reproducirse y de hacer la guerra a sus semejantes... Yo en cambio pienso
que sólo se puede hacer una cosa: dar con la tarea para la cual hemos nacido y
llevarla a cabo como mejor podamos, con todas nuestras fuerzas, sin buscarle
tres pies al gato y sin creer que nuestra naturaleza animal tiene algo de
divino. Sólo así tendremos el sentimiento de estar haciendo algo constructivo
en el momento en que venga a buscarnos la muerte. La libertad, la decisión, la
voluntad, todo eso no son más que quimeras. Creemos que podemos hacer miel sin
compartir el destino de las abejas; pero también nosotros no somos sino pobres
abejas destinadas a llevar a cabo su tarea para después morir.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
¿Para qué
sirve la inteligencia si no es para servir? Y no hablo de esta falsa
servidumbre que es la de los altos funcionarios y que exhiben con orgullo como
señal de su virtud: ésta es una humildad de fachada que no es sino vanidad y
desdén.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Quizá estar
vivo sea esto: perseguir instantes que mueren.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Si quieres
cuidar de ti cuida de los demás y sonríe o llora por ese cambio radical del
destino.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
Basta haber
experimentado una vez que se puede estar ciego a plena luz del día y ver en la
oscuridad para plantearse la cuestión de la visión. Por usted, a partir de
ahora buscaré los siempres en los jamases. La belleza en este Mundo.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
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