jueves, 25 de agosto de 2016

“La Elegancia del Erizo” Muriel Barbery


Quien siembra deseo, recoge opresión
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Aparentemente, de vez en cuando los adultos se toman el tiempo de sentarse a contemplar el desastre de sus vidas. Entonces se lamentan sin comprender y, como moscas que chocan una y otra vez contra el mismo cristal, se inquietan, sufren, se consumen, se afligen y se interrogan sobre el engranaje que los ha conducido allí donde no querían ir.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Nadie parece haber caído en la cuenta de que si la existencia es absurda, lograr en ella un éxito brillante no tiene más valor que fracasar por completo. Simplemente es más cómodo. O ni siquiera: creo que la lucidez hace amargo el éxito, mientras que la mediocridad alberga siempre alguna esperanza.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

En el fondo, estamos programados para creer en lo que no existe, porque somos seres vivos que no quieren sufrir. Por ello empleamos todas nuestras energías en convencernos de que hay cosas que valen la pena y que por ellas la vida tiene sentido.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

¿Qué es una aristócrata? Una mujer a la que la vulgaridad no alcanza pese a acecharla por todas partes.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

La política. Un juguete de niñatos ricos, y no se lo prestan a nadie.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Yo no quiero por mujer a una de esas ingenuas que en el fondo no son sino unas desvergonzadas y, detrás de su cara bonita, no tienen más cerebro que un mosquito. Quiero una mujer fiel, una buena esposa, una buena madre y una buena ama de casa. Quiero una compañera apacible y segura que permanecerá a mi lado para apoyarme. A cambio, de mí puedes esperar que sea serio en el trabajo, tranquilo en el hogar y tierno cuando convenga serlo. No soy un mal hombre y lo haré lo mejor que pueda.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

El único interés que presentan los gatos es el de ser objetos decorativos con capacidad de movimiento.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

“Los que saben hacer las cosas, las hacen; los que no saben, enseñan a hacerlas; los que no saben enseñar, enseñan a los que enseñan, y los que no saben enseñar a los que enseñan, se meten en política”. Lo que esta frase quiere decir no es que los incompetentes tengan un lugar bajo el sol, sino que no hay nada más difícil e injusto que la realidad humana: los hombres viven en un mundo donde lo que tiene poder son las palabras y no los actos, donde la competencia esencial es el dominio del lenguaje. Eso es terrible porque, en el fondo, somos primates programados para comer, dormir, reproducirnos, conquistar y asegurar nuestro territorio, y aquellos más hábiles para todas esas tareas, aquellos entre nosotros que son más animales, ésos siempre se dejan engañar por los otros, los que tienen labia pero serían incapaces de defender su huerto, de traer un conejo para la cena y de procrear como es debido. Es un terrible agravio a nuestra naturaleza animal, una suerte de perversión.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Toda la fenomenología se asienta sobre esta certeza: nuestra conciencia reflexiva, marca de nuestra conciencia ontológica, es la única entidad en nosotros que vale la pena estudiarse pues nos salva del determinismo biológico
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Cuando la enfermedad entra en un hogar, no se apodera sólo de un cuerpo, sino que teje entre los corazones una tela oscura que entierra toda esperanza. Como el hilo de una telaraña que se enredara alrededor de nuestros proyectos y de nuestro aliento, la enfermedad, día tras día, devoraba nuestra vida.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery
  
Cuánto mejor sería si compartiéramos unos con otros nuestra inseguridad, si todos juntos nos adentráramos en nosotros mismos para decirnos que las judías verdes y la vitamina C, si bien alimentan al animal que somos, no salvan la vida ni sustentan el alma.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

A ella no se le habría ocurrido espontáneamente que alguien pudiera tener necesidad de silencio. Que el silencio sirva para ir al interior de uno mismo, que sea necesario para aquellos a los que no nos interesa únicamente la vida exterior, no creo que pueda comprenderlo porque su propio interior es tan caótico y ruidoso como una calle llena de coches.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Hace tiempo que me he dado cuenta de que los psicólogos son grandes humoristas que se creen que la metáfora es cosa de gente muy sabia. En realidad, está al alcance de cualquier mocoso de 11 años.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

El ritual del té, esta repetición precisa de los mismos gestos y de la misma degustación, este acceso a sensaciones sencillas, auténticas y refinadas, esta licencia otorgada a cada uno, sin mucho esfuerzo, para convertirse en un aristócrata del gusto, porque el té es la bebida de los ricos como lo es de los pobres, el ritual del té, pues, tiene la extraordinaria virtud de introducir en el absurdo de nuestras vidas una brecha de armonía serena.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Cuando digo malvado, no me refiero a que sea malo, cruel o despótico, aunque también un poco. No, cuando digo que es «un malvado de verdad», quiero decir que es un hombre que ha renegado tanto de lo que puede haber de bueno en él que parece un cadáver aunque aún esté vivo. Porque los malvados de verdad odian a todo el mundo, desde luego, pero sobre todo se odian a sí mismos. ¿No os dais cuenta, vosotros, cuando alguien se odia a sí mismo? Ello lleva a estar muerto sin dejar de estar vivo, a anestesiar los malos sentimientos pero también los buenos para no sentir la náusea de ser uno mismo.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Esos días uno necesita desesperadamente el Arte. Aspira con ardor a recuperar su ilusión espiritual, desea con pasión que algo lo salve de los destinos biológicos para que no se excluya de este mundo toda poesía y toda grandeza.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

La camelia sobre el musgo del templo, el violeta de los montes de Kyoto, una taza de porcelana azul, esta eclosión de la belleza en el corazón mismo de las pasiones efímeras, ¿no es acaso a lo que todos aspiramos? ¿Y lo que nosotros, civilizaciones occidentales, no sabemos alcanzar? La contemplación de la eternidad en el movimiento mismo de la vida.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Me hicieron, por la guerra y por la paz, tantos reproches... Pero todo llegó a su tiempo... Todo llega cuando tiene que llegar para quien sabe esperar…
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

La Civilización es la violencia domeñada, la victoria siempre inconclusa sobre la agresividad del primate. Pues primates fuimos y primates somos, por mucha camelia sobre musgo de la que aprendamos a gozar. He ahí la función de la educación. ¿Qué es educar? Proponer sin tregua camelias sobre musgo como derivativos de la pulsión de la especie, porque ésta no cesa jamás y amenaza sin tregua el frágil equilibrio de la supervivencia.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

La facultad que tenemos de manipularnos a nosotros mismos para que no se tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es un fenómeno fascinante.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Vivir, morir: no son más que consecuencias de lo que se ha construido. Lo importante es construir bien. Por ello, me he impuesto una nueva obligación: voy a dejar de deshacer, de derribar, y me voy a poner a construir. Hasta de Colombe haré algo positivo. Lo que cuenta es lo que uno hace en el momento de morir y quiero morir construyendo.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Si olvidas el futuro pierdes el presente, sabe construir el presente, y cuando no se sabe construir el presente, uno se dice a sí mismo que podrá hacerlo mañana y entonces ya está perdido porque el mañana siempre termina por convertirse en hoy, ¿lo entendéis? De modo que sobre todo no hay que olvidarlo. Hay que vivir con la certeza de que envejeceremos y que no será algo bonito, ni bueno, ni alegre. Y decirse que lo que importa es el ahora: construir, ahora, algo, a toda costa, con todas nuestras fuerzas. Tener siempre en mente la residencia de ancianos para superarse cada día, para hacer que cada día sea imperecedero. Escalar paso a paso cada uno su propio Everest y hacerlo de manera que cada paso sea una pizca de eternidad. Para eso sirve el futuro: para construir el presente con verdaderos proyectos de seres vivos.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Nunca vemos más allá de nuestras certezas y, lo que es más grave todavía, hemos renunciado a conocer a la gente, nos limitamos a conocernos a nosotros mismos sin reconocernos en esos espejos permanentes. Si nos diéramos cuenta, si tomáramos conciencia del hecho de que no hacemos sino mirarnos a nosotros mismos en el otro, que estamos solos en el desierto, enloqueceríamos. Cuando mi madre le ofrece tejas de la pastelería Ladurée a la señora de Broglie, se cuenta a sí misma la historia de su vida y se limita a mordisquear su propio sabor; cuando papá se bebe su café y se lee su periódico, se contempla en un espejo al estilo del método Coué; cuando Colombe habla de las conferencias de Marian, despotrica sobre su propio reflejo; y cuando la gente pasa delante de la portera, no ve más que vacío porque se trata de otra persona, no de ellos mismos. Yo suplico al destino que me dé la oportunidad de ver más allá de mí misma y de conocer a la gente.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

El Arte es la vida, pero con otro ritmo.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Pues bien, habiendo leído a Jakobson, se antoja evidente que la gramática es un fin y no sólo un objetivo: es un acceso a la estructura y a la belleza de la lengua, y no sólo un chisme que sirve para manejarse en sociedad.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Les sorprendería saber de lo que habla la gente humilde. Prefiere las historias a las teorías, las anécdotas a los conceptos, las imágenes a las ideas. Lo cual no es óbice para filosofar. Así, ¿somos acaso civilizaciones tan carcomidas por el vacío que sólo vivimos en la angustia de la carencia? ¿Sólo disfrutamos de nuestros bienes o de nuestros sentidos cuando estamos seguros de que disfrutaremos más aún? Quizá los japoneses sepan que sólo se saborea un placer porque se sabe que es efímero y único y, más allá de ese saber, son capaces de construir con ello sus vidas.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

En japonés, el término wabi significa «una forma desdibujada de lo bello, una clase de refinamiento disfrazado de rusticidad».
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

A mí me parece que si toma antidepresivos no es para aliviar sus angustias, sino para soportar el psicoanálisis.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Voy a decir una banalidad, pero la inteligencia, en sí, no tiene ningún valor ni ningún interés. Personas inteligentísimas consagraron su vida a la cuestión del sexo de los ángeles, por ejemplo. Pero muchos hombres inteligentes tienen una especie de virus: consideran la inteligencia como un fin. Sólo tienen una idea en la cabeza: ser inteligentes, lo cual es muy estúpido. Y cuando la inteligencia se toma por un objetivo, funciona de manera extraña: la prueba de que existe no reside en el ingenio y la sencillez de sus frutos, sino en la oscuridad de su expresión. De lo que se deduce: más vale ser un monje pensante que un pensador posmoderno.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Siempre está la vía de la facilidad, aunque me repugne seguirla. No tengo hijos, no veo la televisión y no creo en Dios, todas estas sendas que recorren los hombres para que la vida les sea más fácil. Los hijos ayudan a diferir la dolorosa tarea de hacerse frente a uno mismo, y los nietos toman después el relevo. La televisión distrae de la extenuante necesidad de construir proyectos a partir de la nada de nuestras existencias frívolas; al embaucar a los ojos, libera al espíritu de la gran obra del sentido. Dios, por último, aplaca nuestros temores de mamíferos y la perspectiva intolerable de que nuestros placeres un buen día se terminan. Por ello, sin porvenir ni descendencia, sin píxeles para embrutecer la cósmica conciencia del absurdo, en la certeza del final y la anticipación del vacío, creo poder decir que no he elegido la vía de la facilidad.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

El tema de conversación favorito de Marguerite y mío es el amor. ¿Qué es? ¿Cómo amaremos nosotras? ¿A quién? ¿Cuándo? ¿Por qué? Hay divergencia de opiniones. Curiosamente, Marguerite tiene una visión intelectual del amor, mientras que yo soy una romántica empedernida. Ella ve en el amor el fruto de una elección racional (en plan www.nuestrosgustos.com), mientras que para mí nace de una pulsión deliciosa. En cambio estamos de acuerdo en una cosa: amar no debe ser un medio, sino un fin.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

¿Cómo surge el Arte? Nace de la capacidad que tiene la mente de esculpir el ámbito sensorial. ¿Qué hace el Arte por nosotros? Da forma y hace visibles nuestras emociones y, al hacerlo, les atribuye este sello de eternidad que llevan todas las obras que, a través de una forma particular, saben encarnar el universo de los afectos humanos.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

¡La codicia humana! No podemos dejar de desear, y ello nos magnifica y nos mata. ¡El deseo! Nos empuja y nos crucifica, llevándonos cada día al campo de batalla donde, la víspera, fuimos derrotados, pero que, al alba, de nuevo se nos antoja terreno de conquistas; nos hace construir, aunque hayamos de morir mañana.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Pronto aspiramos a un placer sin búsqueda, soñamos con un estado feliz que no tendría comienzo ni final y en el que la belleza ya no sería fin ni proyecto, sino que devendría la evidencia misma de nuestra naturaleza. Pues bien, ese estado es el Arte. Pues el Arte es la emoción sin el deseo.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Como todo el mundo sabe, la diplomacia fracasa siempre cuando las fuerzas que se enfrentan están equilibradas. Nunca se ha visto a uno más fuerte aceptar las propuestas diplomáticas del más débil.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Qué arrogancia esta de los hombres que piensan que pueden forzar la naturaleza, escapar a su destino de insignificancias biológicas... Y qué ceguera tienen también con respecto a la crueldad o la violencia de sus propias maneras de vivir, de amar, de reproducirse y de hacer la guerra a sus semejantes... Yo en cambio pienso que sólo se puede hacer una cosa: dar con la tarea para la cual hemos nacido y llevarla a cabo como mejor podamos, con todas nuestras fuerzas, sin buscarle tres pies al gato y sin creer que nuestra naturaleza animal tiene algo de divino. Sólo así tendremos el sentimiento de estar haciendo algo constructivo en el momento en que venga a buscarnos la muerte. La libertad, la decisión, la voluntad, todo eso no son más que quimeras. Creemos que podemos hacer miel sin compartir el destino de las abejas; pero también nosotros no somos sino pobres abejas destinadas a llevar a cabo su tarea para después morir.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

¿Para qué sirve la inteligencia si no es para servir? Y no hablo de esta falsa servidumbre que es la de los altos funcionarios y que exhiben con orgullo como señal de su virtud: ésta es una humildad de fachada que no es sino vanidad y desdén.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Si quieres cuidar de ti cuida de los demás y sonríe o llora por ese cambio radical del destino.
“La elegancia del erizo” Muriel Barbery

Basta haber experimentado una vez que se puede estar ciego a plena luz del día y ver en la oscuridad para plantearse la cuestión de la visión. Por usted, a partir de ahora buscaré los siempres en los jamases. La belleza en este Mundo.

“La elegancia del erizo” Muriel Barbery