El sepelio es el fin de la
primera persona. Una ocasión pomposa donde unos cuantos ellos despiden a otro
yo de su nosotros, a la vez que lo envían a otro ellos, más hondo e insondable.
Ellos: los que no están, ni van a estar. Los que, si un día estuvieran, nos
harían correr despavoridos. ¿o no es así, despavoridos como dicen que corren
los que huyen de los muertos? Lo más fácil, e incluso lo más lógico, sería que
enterrásemos a nuestros difuntos en el jardín de la que fue su casa. Pero
entonces ya nadie se sentiría en su casa, ni en su mundo, sino sólo en el de
ellos.- los temibles difuntos-, a quienes conducimos al panteón para poner
entre ellos y nosotros no sólo tierra, sino de preferencia un mundo de por
medio. Por más que añoremos a nuestros muertos, no queremos estar ni un
instante en su mundo. Ni respirar su aire, ni mirar su paisaje.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Hay un
desprendimiento liberador en el acto de romper las hojas que uno ha escrito,
acaso por haber notado en ellas la desnudez obscena de un par de sentimientos.
Existe una soberbia mojigata remojada en pudores melancólicos detrás de la
sospecha de que cuanto escribimos hace pocas semanas nos hace ver como unos
cursis infumables: pornógrafos del sentimiento. Y la idea es en tal medida
insoportable que esa sola vergüenza engendra cualquier día al narrador
despiadado, súbitamente experto en demoliciones.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
No
subía a los hombros de los gigantes para ver más lejos, sino para intentar
dinamitarlos: la clase de actitud pedante y pendenciera que distingue a los
implacables de los obedientes.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Las
monjas de la escuela nos decían: Los malos pensamientos galopan cabalgados por
demonios.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Él va a ver mi
cuerpo, pero yo voy a ver su mente.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Un día me
dijeron que la felicidad consiste en no querer moverse de donde una está.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
A veces
divertirte es llorar con toda tu alma.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
La tragedia de
todos los ojetes es que sus hijos salen más ojetes que ellos.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Hay cosas que
a los adultos no se les pueden contar. Tampoco cuando crecemos y nos volvemos
adultos, pues para entonces ya hemos aprendido a arrepentirnos de haberlas
pensado, creído, temido, y así las enterramos en el subsuelo de la memoria:
donde nunca hay por qué rascar. Las personas adultas se avergüenzan de su
infancia como de su inocencia, y luego también de su juventud, porque lo más
fácil y lo más cómodo y lo de mejor gusto es olvidar a tiempo lo que ya no se
tiene.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
El que paga,
manda. Se lo aprendí tan bien a mi papá que hasta la fecha no he dejado de
aplicarlo. Si entiendes eso, todo se hace más fácil. No es cosa de dinero, sino
de inversión. El que más invierte tiene la palabra.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Cómo
iba yo a saber. Cuando andas escapándote de esa manera no hay después, ni
antes. Tu único plan es que nadie te agarre hoy, que a la noche haya dónde
dormir, que no te alcancen las culpas y los miedos, por más que todo el tiempo
los traigas ahí detrás.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
El
que tiene puede enterarse de todos los secretos del que no tiene nada más con
untarle una lana en los ojitos. Si te contratan y te pagan poco es porque ya el
olfato les dijo tu precio. Ser rico es aprender a oler el hambre.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
El
dinero sólo abandona a los jodidos. Y eso si no lo aguanto. Ya sé que es muy
injusta, muy triste la pobreza, pero si me preguntan me siento más a gusto
diciendo que ni la conozco, aunque eso sea nada más porque en cuanto la siento
que se acerca le volteo la espalda. Y para que no quede duda, de una vez te
digo que para mí eso de ser pobre no es injusto, ni triste, ni doloroso. Ser
pobre es de mal gusto, punto.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Digamos
que de pronto no tenía en qué caerme muerta. Mi ropa, en todo caso. Mi reloj.
Pero una no se cae muerta en su ropa, ni en su reloj. Eran las únicas pruebas
que me quedaban de que yo no era pobre. Podía engañar a la gente, a los
turistas, a los policías, pero nunca a New York.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Uno
puede llegar a controlar sus apuestas mientras nada más pierde, pero gana una
vez y vas a ver qué viaje. No te puedes parar, se hace cosa de orgullo.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Las
mujeres como yo acostumbran llevarse mejor con el taxista que con el mesero.
Con ciertas excepciones, ya te contaré. ¿Sabes por qué me agradan los taxistas?
Porque hacen porquerías por dinero. No son simples chóferes, son cómplices. Tú
dime qué chofer no es un palero natural de su patrón. Pero ni los taxistas ni
las putas ni los limosneros tienen un patrón. Ni siquiera los dealers. Y aunque
hubiera patrón. Sería igual, porque en la calle no hay patrones, hay clientes.
Y eso es lo que no entienden los meseros. Viven jodidos por todas y cada una de
las patadas en el culo que les da su patrón. Y las de los clientes, que también
son un chingo. Imagínate al tipo: se pasa todo el día sirviendo los mismos
platillos y oliendo las fritangas más exquisitas, pero igual todo el día le
llueve mierda. Promoción especial: Disfrute de nuestros platillos y cáguese en
nuestros meseros. Y entiéndeme que los meseros son también de la calle, pero
están en cautiverio. Estafan al patrón, se orinan en la sopa del cliente, y
hasta trafican cois o se tiran a la clientela distinguida. Los habitués, ¿ajá?
Todo por una pinche propinuca. O sea que como ves son colegas de todos los
callejeros. Putean, mendigan, transportan, conectan y comen platos y platos de
shit, pero se dan el gusto de correrte porque fíjese que éste es un lugar
decente. My Good imbécil, si este lugar fuera decente tú nunca habrías entrado.
Porque lo que ellos quieren decir con «decente» es nice. O sea chic, posh,
socool Big Motberfuckin’Bucks, My Dear. Y en un lugar donde reina esa clase de
decencia no entran meseros nacos. Ni limosneros, ni taxistas. Aunque a veces
las putas y los dealers conseguimos la visa temporal. With supplies last, ¿ajá? Y los meseros
quieren que tú pagues por eso.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Cuando cruza
las puertas del panteón hacia la calle piensa que, más que indefinible, el amor
es, como la vida y la ficción: estúpido.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
“Yo no sé si
usted llegó a mí vida con la misión expresa de rescatarme de una guillotina
inminente, pero es cierto que su llegada me salvó de escoger entre la muerte y
la locura. La locura: una cárcel distante cuyas puertas son tanto más nítidas
cuanto menos uno se resigna a vivir en el horror. La locura no brota como una
súbita infección en el cerebro. La locura es aquella enfermedad que sólo nos
amenaza cuando ya sus uñas se han alojado en las entrañas, de modo que pelear
contra ella es también despedazarnos el vientre, oprimirnos los pulmones,
perder el miedo a la muerte como se pierden la inocencia y el amor. El amor es
un bien que no he perdido. Cuando entre las condiciones que se le ponen al amor
no se halla la correspondencia de quien se ama, y en realidad tampoco puede
hallarse ninguna otra porque se ha decidido amar incondicionalmente, el amor,
que por su propia vehemencia vive más allá de posesiones tan irrelevantes como
el bienestar y la cordura, sólo puede perderse con la vida. No he muerto, luego
amo. Amo a una mujer a la que no conozco, y tal vez a eso se deba que no puedo
cesar de contemplarla cada vez que la ausencia del mundo me brinda el
anestésico de la soledad. Sé que esa mujer existe, podría dibujar la fachada de
la casa donde vive y pienso, porque así aún lo quiero, que ocupo algún lugar en
su memoria; pero a mi la memoria no me ha servido sino para frenar mis pasos,
atar mis ojos al interior de los párpados y proyectar en ellos la película más
obsesiva del mundo: Dalila. Dalila es un nombre que no tiene cuerpo. Dalila es
la palabra que a diario me visita pero jamás se queda a dormir. Dalila son seis
letras formadas por cuchillos. Dalila es el principio de la música y el fin de
la plegaria. Dalila es ese nombre que un día escribí en los muros de la casa de
Dios, desde entonces acaricio su textura, tal como otros recorren con manos,
boca y ojos a sus mujeres. Dalila se pronuncia degollando la lengua, y luego
acariciándola. Es el nombre que tuve que inventar para ocultar al otro: el
innombrable, aquel que sepulté para ya no decirlo ni pensarlo ni escribirlo. Y
si hoy abandono mi juramento y escribo ese nombre en el sobre donde habrán de
viajar moribundas de miedo estas palabras, lo hago con el solo propósito de que
lleguen hasta usted, aunque con la secreta esperanza de que jamás lo logren.
Quiero pedirle perdón por mi atrevimiento, por mi cobardía y por cada una de las
debilidades que con seguridad me hacen indigno de habitar sus recuerdos. Pero
antes de narrarle una historia que es más suya que mía, debo también pedir
perdón por ella, por Dalila. Dalila es usted”.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
¿En qué
consiste exactamente una traición? ¿Por qué, una vez que hemos dado sentido al
porvenir a través de la obligada lealtad a un principio inamovible, un cariño
que se ha pensado eterno, una utopía común, incluso una opinión vertida en el
calor de un momento fatalmente furtivo, no nos es dado el privilegio de virar
en una nueva dirección, por contradictoria que a los ojos de otros, y quizás a
los nuestros, parezca? Uno crece mirando a la traición como aquel acto
sorpresivo y deleznable por el cual el traidor ataca o abandona por la espalda,
con una alevosía sobrada de perfidia, a un amigo, un pariente, un convenio
callado y clandestino. Entonces el traidor es un dos caras, un malasangre, un
ruin, un enemigo camuflado por nuestra ingenuidad. ¿Podemos perdonar a judas
Iscariote porque su fe, su lealtad y sus convicciones no se cotizan más allá de
los treinta denarios? ¿Alguien siquiera ha dicho qué se podía hacer en aquel
tiempo con semejante suma?
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Amar
es soñar con mares en mitad de un largo insomnio, había escrito en la novela
que no había escrito, donde el amor buscaba develarse como una voluntad plena
de impulsos. Nunca al revés, pues ya se sabe que un impulso voluntarioso no
puede conducir sino hacia abajo.
“Diablo
Guardián” Xavier Velasco
- ¿Me quieres,
Bestia? -una pregunta mentirosamente despreocupada, y por supuesto hambrienta
de respuestas mentirosas.- Claro que no te quiero, te codicio -una mentira
intensamente desvirtuada por los ojos perrunos que al mirarla le tendían el
tributo de una conformidad mejor emparentada con la mansedumbre que con la
codicia.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Cuando existe
codicia, los pasos hacia arriba son firmes y despiadados, especialmente para
con los propios sueños. Diferir el dolor, las dudas, la desesperación, tal es
el requisito para la codicia que se reconoce incapaz de llenar.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Los
hombres son capaces de tremendas porquerías cuando les rascas en el lado
oscuro.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
En
México no pides, nomás estiras la mano. El chiste es saber dónde, cuándo y con
quién. Y ahí estaba el problema, yo no tenía idea. Lo único que sabía hacer
bien era portarme mal.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Soy
de los que se joden por su gusto. Yo no tengo esperanzas, tengo planes. Y pese
a que ninguna de esas actitudes merecería disculpa, los demás perdedores
tendrían que comprender: así estuvieron ellos al principio, cuando había una
brisa de verano soplando de los poros al miocardio. Cuando por gracia de un
conjuro mentiroso levantaban el vaso y elegían joderse igual que el talentoso
elige malograrse y el heredero conquistar su ruina.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
El
inglés necesita de un verbo fatalista para emplear la expresión «enamorarse»:
to fall. O sea que el enamorado no exactamente asciende a un estado superior,
sino al contrario: cae. Tropieza, se distrae, es entrampado. Cae, igual que
Luzbel. Si Cristo hubiese dicho «Enamoraos los unos a los otros», ya estaríamos
todos viviendo en el Infierno. Pero sería injusto concluir que Amor y Averno
son instancias iguales o siquiera equivalentes. El diablo de allá abajo y el
diablo del amor podrán ser parientes, y en un momento socios, pero sus métodos
difieren tanto como la horca del veneno, el sable del cuchillo, el cañón de la
trampa.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
Pero
¿cuándo el amor es propiamente amor? ¿Puede uno amar a quien le acompañó por
una hora? ¿Por dos horas, dos meses, dos años, dos minutos? ¿Se ama a quien se
conoce, justamente por eso, o es quizás al revés: conocemos para mejor
desconocer, y así poder amar sin el estorbo de la realidad? ¿No es cierto que
quienes más se aman son a veces quienes menos se conocen? Ni una sola de estas
preguntas se plantea jamás para buscar respuesta verdadera.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
«La
intensidad de una pasión se mide por la soledad que la precede»
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
¿Qué
es lo que califican los psicólogos? ¿La verdad que se esconde tras nuestras
mentiras o el puro empeño con que las decimos?
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
El
empleado tiene las ideas, el equipo los conceptos. El equipo tiene los medios,
la agencia los fines. La agencia tiene la ética, el cliente la filosofía. El
cliente tiene la competencia, el producto las ventajas.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
El
dinero es como el trasero: te saca de onda presumirlo y te saca de quicio que
te lo presuman.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
En
Las Vegas la gente se ahoga, una de dos: en dinero o por dinero.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco
A
la gente le gusta ver sufrir a la gente. Les da seguridad, se sienten
importantes, afortunados, buenos. En realidad no les estás pidiendo que te
regalen nada; les vendes la tranquilidad de su conciencia.
“Diablo Guardián” Xavier Velasco